domingo, marzo 26, 2006

Lost in Translation

Estoy de vuelta. Ya he vuelto hace más de una semana, pero no he tenido tiempo suficiente a sentarme a escribir sobre el viaje a Japón. Los primeros pasos en mi nuevo trabajo y mis padres visitando Londres (pudieron comprobar cuan nefasto puedo llegar a ser como guía) me han tenido ocupado.

Todo lo que os puedan contar de Japón, incluido esto, no es más que una sombra de la realidad. Es difícil describir estar allí, hay una sensación especial que simplemente no se puede trasladar a palabras, o al menos yo no se como hacerlo. Japón es un país lleno de contrastes e incluso contradicciones, pero por alguna razón no consigo dar mucha importancia al “lado malo” de las cosas. Solo veo lo positivo. Pero bueno, da igual, aunque solo fuera por la comida valdría la pena.

El viaje empezó donde todos los viajes empiezan aquí en la capital británica: con un par de horas de transporte público londinense. Milagrosamente todo funcionó sin problemas, lo que me permitió llegar temprano al aeropuerto. Facturé y me fui a ver unas cuantas tiendas. Compré algunos dulces y te para regalos varios, me reí un poco de los precios desorbitados de las boutiques y me dispuse a comer la última guarrada en un pub que encontré por ahí. Como había bastante gente y pocas mesas, un tío con pinta de simpático me pidió permiso para sentarse conmigo. Nos pusimos a hablar y resultó que era informático y trabajaba en IBM. Sinceramente, ya hace bastante tiempo que tengo la teoría de que en torno al 40% de la gente son informáticos, hasta me da reparo decir en que trabajo cuando conozco a alguien porque tengo todas las papeletas de que él también sea informático y a partir de ahí la conversación parezca sacada de una reunión de la oficina. Bueno, no fue este el caso. El hombre era noruego y me estuvo contando cosas sobre la temperatura media de Noruega y los centímetros de nieve de las carreteras en invierno. Ya no me acuerdo de los detalles, pero hice una nota mental: en Noruega hace frío.

El avión despegó sin retraso. Me esperaba un viaje de 11 horas por delante. La verdad es que me asustaba un poco, había oído toda clase de historias macabras relacionadas con los viajes largos en avión: “Al estar tanto tiempo sentado la circulación de las piernas es defectuosa y te las tienen que amputar al aterrizar”, “El jet-lag es tan horrible que duermes durante una semana al llegar”, “Existe un riesgo alto de encontrar bolsas de aire y el avión se precipita cientos de metros, provocando ocasionales infartos entre el pasaje”. Pero también había oído que podías ver películas de vídeo gratis, y que muchas eran películas de cartelera, así que en realidad me hacía ilusión. Bueno, las películas no eran para tanto, una selección un poco rara (tenían el señor de los anillos 2 pero no las otras, y cosas por el estilo) y casi nada interesante. El viaje en si no se hace tan largo como uno puede esperar. Entre las pausas para comer y una siesta de vez en cuando, al final de la segunda película que ves casi has llegado. Las últimas horas son las peores, uno ya está nervioso deseando poner pie en tierra. Al aterrizar me dirigí a la zona de recogida de equipaje, esperé por mi maleta (mierda, todas se parecen!) y fui hacia la salida a la terminal. La puerta se abrió y un nuevo mundo apareció inmediatamente ante mi, lleno de símbolos ininteligibles, voces ininteligibles y mucha, mucha gente.



Tokyo es una orgía visual. Es la quintaesencia de las ciudades, hay todo lo que puedes esperar y pedir de un sitio así: Colas de ejecutivos clónicos esperando el tren, adolescentes vestidos con ropa surrealista, rascacielos de los que no se ve el final, tiendas de varios pisos especializadas en temas extraños y muchos letreros initeligibles iluminados por la noche. Un paseo por Shibuya o Shinjuku, las zonas más vibrantes del centro, dan un idea bastante aproximada del nivel de locura al que puede llegar la vida organizada del ser humano.



Aunque todas las ciudades grandes hasta cierto punto tienden a parecerse, Tokyo es diferente y chocante casi en cualquier cosa en lo que puede serlo. Para empezar uno se siente como un extraño todo el rato. A pesar de que Tokyo es una gran ciudad, supuestamente cosmopolita y blablabla, casi no se ven extranjeros. Uno se siente, digamos, exótico. Además es imposible saber que es nada o entender nada. Casi nadie habla inglés y el japonés no es precisamente un idioma que se pueda hacer uno una idea de lo que es un sitio leyendo un cartel. Esto es agravado aún más por la verticalidad: así como en Europa casi todo lo que vale la pena en un edificio está en la planta baja (comercios, restaurantes, etc.), en Japón se extiende en general a toda la altura del edificio. Así, un edificio típico de 15 pisos (si, los edificios “típicos” tienen 15 pisos) tendrá los 3 o 4 primeros de tiendas, 8 de oficinas y los más altos llenos de restaurantes. Lo que hay en cada piso está indicado por carteles en los laterales de los edificios, que dan un aspecto muy característico a las calles japonesas. No hace falta decir que es imposible leer estos carteles y da bastante pereza ir subiendo a todos los pisos para probar. Menos mal que yo iba siempre con Yuko, que me orientaba en ese océano de kanjis, pero un turista que no se informe bien seguramente pierda mucho tiempo o simplemente no vea muchos sitios interesantes



Los japoneses son dignos de observar. Los que tienen más de 23 años son casi todos iguales: traje, corbata y cara de agotamiento. Los más jóvenes son un catálogo de moda y tribus urbanas. No he visto nunca nada igual: no hay ni uno solo que no de una auténtica importancia a su aspecto físico, que no se note que ha pasado horas eligiendo la ropa y se haya gastado bastante dinero por el camino. Esto no quiere decir que sean ostentosos, de hecho muchos son bastante discretos, pero se nota que lo que llevan puesto está pensado más allá de lo que yo puedo entender. Muchos son imitación de modas occidentales, por ejemplo raperos o chicas vistiéndose como Destiny´s Child y dejándose la piel en el solarium para parecerse más a ellas; la verdad es que choca bastante ver a una japonesa más morena que un socorrista en Agosto, pero parece ser que es un boom ahora. Incluso los típicos otakus que lo único que hacen es leer manga y jugar al ordenador tienen una pinta tan desastrosa que tiene que ser calculada. Otra variante es el cosplay, gente vestida como personajes manga. Se ven de vez en cuando y son bastante espectaculares. Esto nos lleva al fenómeno del manga:

Allí el manga está por todas partes. Incluso en el supermercado del barrio más cutre de Tokyo podemos encontrar una sección de manga que dejaría en evidencia a la mayoría de tiendas de comics españolas. Mención aparte merecen las superficies dedicadas en exclusiva a este género, que provocarían espasmos de placer a cualquier fan occidental. Lo malo es que, evidentemente, todo está en japonés y además allí son bastante cuidadosos y lo tienen todo envuelto en plástico así que no puedes hojear nada. Un detalle significativo: aproximadamente el 50% del manga es erótico o pornográfico, y en el 50% restante es común que haya alguna escena picante, incluso en el manga para chicas. Aquí en europa ese manga no es raro, existe pero es un porcentaje pequeño del mercado. Allí no, de hecho sorprende bastante. Los argumentos y dibujos de estos mangas son tan enfermizos que resultan graciosos. En general los japoneses son bastante pervertidos, pero la verdad es que aún así siguen pareciendo inofensivos. Es como los chicos que se visten y tienen actitudes de “el malo del barrio”, pero siguen siendo tan educados y amables como todos los demás japoneses. A veces da la impresión de que no se los puede tomar muy en serio.

En la siguiente foto podemos ver un objeto bizarro donde los haya: un manga pedófilo que trae unas bragas de regalo. Y las bragas son configurables!!



Aparte de guarradas varias, también están obsesionados con los robots gigantes, los fotomatones, el pachinko (juego de azar similar a las tragaperras) y las recreativas que consisten en bailar, pulsar botones o tocar la batería.

La verdad es que a pesar de que la barrera del idioma es casi insalvable, y que uno no termina de entender muy bien la mentalidad a veces, yo me di cuenta de que me sentía bastante cómodo. A parte de que es un país muy limpio, seguro, civilizado y que la gente es muy educada, hay algo más, una especie de mezcla de entusiasmo, inocencia y comprensión. No se ve arrogancia ni agresividad ni ganas de aprovecharse. Todo se hace “bien” y se trabaja duro para ello. Creo que podríamos aprender mucho de los japoneses en algunos aspectos.

Desde luego, en algo en que al menos los ingleses tienen que aprender de Japón, y mucho, es en la comida. La comida japonesa es bastante sana, no usan mucho aceite ni grasa, así que no engorda, por eso ellos están tan delgados. Bueno, pues yo conseguí ganar 4 kilos estando allí, aún caminando varios kilómetros diarios! Creo que eso da una idea de la calidad. Además allí se le da muchísima importancia a comer. Por ejemplo, hay una cantidad absurda de programas de televisión que tratan sobre comida y restaurantes. Es bastante gracioso: el protagonista del programa, normalmente una tía buena, va a un restaurante, charla con el cocinero o el dueño un rato, le traen la especialidad de la casa, la prueba, se pasa un rato alucinando con el sabor y después siguen charlando mientras comen. Estaría bien hacer algo parecido en España, aunque mucho me temo que al final lo que saldría es Bisbal comiendo en un VIPs. Bueno, el caso es que la comida es alucinante. Increíble. Buenísima. Y barata!! Si, al contrario de lo que mucha gente cree, comer allí es bastante barato si no te metes en un superrestaurante. De hecho, el país en si no es excesivamente caro, te gastas bastante porque el billete es un pico y como hay que ir bastantes días se usa bastante dinero, pero lo que son los precios de las cosas se quedan por detrás (en algunas cosas bastante) de los precios ingleses (aunque hay que reconocer que no es mucho mérito).

Es la siguiente foto vemos uno de esos programas de comida. Aquí podemos observar a una chica comiendose una hamburguesa. Notese la hora de emision del programa. Por cierto, que coño hacía yo levantado a esa hora?



Estuvimos en Tokyo toda la primera semana. Nos dio tiempo a ver las zonas y barrios más significativos, visitar un par de museos, ir a un mercado de pescado en el que comimos el mejor sushi que recuerdo y ver una obra de kabuki; el kabuki es teatro tradicional japonés. Lo tuve que ver con un audífono que traducía los diálogos de forma un tanto libre (los primeros 10 minutos de conversación, que despertaron bastantes risas en la audiencia, fueron resumidos por la audioguía con un “están hablando del tiempo”. Breve pero conciso). Aún así, me encantó. Es mucho más entretenido y cercano de lo que esperaba y además encaja muy bien con la mentalidad japonesa. Para la segunda semana nos esperaba un viaje a Kyoto y Nara, antiguas capitales del imperio y epicentros culturales de Japón. Armados con nuestros equipajes y un par de billetes del tren bala, a través de los ríos de gente, pusimos rumbo a la estación central de Tokyo.

-- CONTINUARA --

9 comentarios:

Anónimo dijo...

bienvenido a la buena y vieja Europa ... esperamos ansiosos el resto de tus andanzas ...

jop!

Anónimo dijo...

Qué bueno! Me está encantando tu viaje, continúa.

Anónimo dijo...

Me he escapado entre clase y clase a leer tu blog. No sabía que me encontraría y la sorpresa ha sido chica. O no. Peibol no podía estar mucho más cerca que en Londres. Alomejor coincidimos, estuve por allí en diciembre, desde cuando vives allí?
Aún estoy sorprendidabarracontenta por la casualidad. Hace pocos días encontré casualmente el blog de Celina y lo vengo siguiendo desde entonces.
en fin.
aiklogha@hotmail.com
cuéntame cosas! en q parte de londres vives? (quizá me vaya enterando a medida que avance en la lectura de tu blogio.
un bico!

Anónimo dijo...

Enterito!!
Me lo he leído enterito! Me lo he pasado pipa, no encuentres nunca el Grial .P

Vuelve y cuenta :*

Anónimo dijo...

Salu2 de mi parte tb, Jomer XD

Espero q hayas podido cumplir tu sueño :P

Nos leemos

Kothoga

Anónimo dijo...

Pero q friki q eres Paolo, a ver si nos vemos algún dia y disfrutamos de una charla sobre peta-zetas.......
XDDDDD

Anónimo dijo...

El elemento bizarro de las bragas ha suscitado risas de madrugada en la vigilia de un neo-pater. Iago dixit.

Anónimo dijo...

Qué envidia me das... ¡Yo también quiero ir a Japón!

ayac dijo...

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