domingo, junio 11, 2006

Tora tora tora!

Hoy he perdido la última batalla de una larga guerra. He luchado contra un enemigo más fuerte, más grande y, lo que al final le ha dado la victoria, más paciente. No obstante he encajado bien mi derrota y pensándolo bien, en cierto modo yo luchaba en el bando de los malos. Este post es la crónica de esa guerra.

Una de las cosas más caóticas de Inglaterra son las facturas. Creo que ya lo he contado alguna vez, pero esta vez me voy a extender un poco más. Lo primero que choca es que en este país se usan cartas para casi todo. Las facturas te las envían por carta, las tarjetas de crédito, hasta los contratos de trabajo, que tienes que firmar y devolver (cuando estás todos los dias trabajando en la misma oficina que el que te lo envió)! Casi toda la burocracia funciona por medio de cartas, recibes cartas, mandas cartas. Hoy en día esto casi resulta exótico. Incluso un pueblo primitivo y salvaje como los españoles tenemos claro que eso de las cartas es una mierda, son terriblemente fáciles de perder, lentas y además si te mudas un auténtico dolor de muelas el cambiar todo al nuevo domicilio. Da la impresión de ser un residuo de la época del imperio (que nostálgicos son), pero el caso es que se siguen usando cartas para casi todo.

Especialmente bizarro es el tema de la facturas. Más aún si lo unimos al hecho de que aquí no tienen DNI. Todo depende del nombre y la dirección a la que te envían la carta en cuestión. Incluso puedes dar un nombre falso, que no pasará nada, para ellos serás un nombre falso y una dirección y nada más. No hace falta ser muy ingenioso para imaginarse el número absurdo de nombres falsos y facturas impagadas que hay por aquí. Ni siquiera hace falta usar un nombre falso, porque un nombre no es prueba de nada y además puede haber decenas de personas con el mismo nombre en una ciudad como esta. Uno puede pensar que bueno, al fin y al cabo, puede que no nos puedan localizar, pero no pagar el agua suele ser sinónimo de no tener agua, lo cual nos impediría hacer té, que no puede ser. Pero ni eso! Por ejemplo, a nuestro piso, en el que ha vivido bastante gente en los últimos años, nos han llegado facturas de un año de impago del agua de los anteriores inquilinos. Un puto año! Como no me creo que estuvieran un año sin hacer té, deduzco que las compañías no dedican mucho tiempo a estas cosas. Sí, llegan cartas de amenazas de juicios y cosas por el estilo, pero no les cortaron el agua. Me imagino que la empresa de agua o del gas deben de tener tantos millones de impagos que solo pensar en perseguirlos un poco más en serio que unas cartas les costaría más que dejarlos correr. Yo creo que es todo culpa de no tener DNIs, pero aquí siguen en contra (jeje, que pillos).

Nosotros decidimos pagar las facturas desde el principio. Como buen español me sentí un poco tonto pagando algo que podría evitar, pero cuando uno vive en un país tiene que adoptar sus costumbres. La única que no quise pagar fue la del Council Tax. El council tax es un impuesto que se paga todos los meses al ayuntamiento por vivir donde vives. Un impuesto un tanto sospechoso y que uno no ve muy bien para que sirve, y que además es caro. El caso es que yo en aquel momento vivía con otros dos compañeros que eran estudiantes y si eres estudiante no tienes que pagar council tax, así que los dos se lavaron las manos y al final quedé yo solo cual David ante el Goliat de la administración pública. Todo esto me cabreó bastante, yo no veía ninguna razón para pagar aquello, sobre todo cuando la casa no es mía. Así que decidí iniciar la guerra: si querían que yo pagara tendrían que pasar por encima de mi cadáver.

Cuando uno pelea contra una organización tan grande y maligna como una administración pública tiene que tener claro cuales son sus armas. Las mías eran básicamente la capacidad de inventarme las mentiras más gordas. La lucha se prolongó durante varios meses. Tuve que usar diferentes técnicas y estrategias, pero parecía que al principio yo me ponía en cabeza. Lo primero que hice es llamar y decirles que yo ya no vivía en el piso a pesar de que el ayuntamiento está a 40 metros escasos de mi casa y todas las demás facturas seguían a mi nombre. Me llevó muchos días, llamadas telefónicas y dolores de cabeza convencerlos, pero lo conseguí dándoles un par de direcciones inventadas por el camino. El momento más bajo de toda la guerra fue cuando un día llamaron al timbre y fui a abrir. La conversación con la chica que estaba al otro lado de la puerta fue más o menos así:

- Hola
- Hola
- Quien eres?
- Soy una inspectora del council tax
- Mierrr…. Esto… ah, estupendo, en que puedo ayudarla, quiere un té?
- No, soy alérgica a esa mierda. Cuando era pequeña me salían bultos terribles cada vez que me bebía un té. Estoy aquí para hacer una especie de censo.
- Euhmm, genial, me temo que no podré ayudarla mucho en eso, malamente puedo contar. Con su permiso, hasta lue….
- No tan rápido, vaquero. El tema es que estamos teniendo muchos casos de fraude de identidad y estamos comprobando que la gente que vive en la casa es la que tenemos en nuestras listas
- (fraude de identidad, suena bien) Que mala suerte, justo hoy no hay nadie en casa, solo estoy yo (espero que no se oigan los ruidos de mis compas de piso jugando al monopoly en la habitación de al lado)
- Vale, bueno, rellena esta lista con la gente que vive ahora mismo aquí
- A ver… uhm, ya está
- Pero aquí has puesto 2 personas y me sale que en este piso viven 3
- Ya, es que estamos alquilando la habitación que falta, todavía no ha venido nadie. Creemos que es porque el anterior inquilino, un tal Pablo, la ha dejado muy sucia y ahora nos cuesta alquilarla con ese olor.
- Bueno, y tu eres? (mirando la lista)
- Yo soy Alfonso, lo tienes ahí abajo. Soy estudiante así que no pago council tax
- Alfonso, eh… Eres español no? Puedes firmar aquí?
- Si, soy de León. Un sitio precioso en esta época del año, deberías ir. Nadie bebe té allí. (Escribo Alfonso en la hoja de papel y después lo tacho varias veces como intento de firma. Esto prueba una vez más que todo esto de las firmas es una estupidez desorbitada)
- Uhmm, tengo una duda…
- Uy, que se me quema la cena
- (portazo)

Lo mejor es que Alfonso hacía como seis meses que ya no vivía en la casa.

Conseguí librarme con trucos baratos como este durante casi un año. Cuando renovamos el contrato el Noviembre pasado los terribles imbéciles de nuestros caseros les enviaron una copia del mismo a los chupasangres del ayuntamiento y a los pocos meses llegó una nueva factura del council tax a mi nombre. Me imagino las risas y cachondeos que habrá habido en el ayuntamiento a mi costa. No obstante no han investigado acerca del periodo en el que supuestamente no vivía aquí. Tan solo la factura, acompañada de una carta muy educada explicándome los diferentes métodos de pago. Creo que era algo como una petición educada de rendición unilateral: acepta la derrota y paga y lo dejamos aquí o sino atente a las consecuencias. En ese momento yo ya acusaba las bajas y me sentía como si hubiera estado en mi propio Stalingrado. No valía la pena seguir la lucha, al final ellos siempre ganan. Además quien sabe, quizá con el dinero que yo pago de council tax un niño estudia en una escuela mejor o pueden arreglar un boquete del suelo, quizá esté haciendo una buena acción después de todo. Así que cogí la factura, fui a un banco cercano y pagué, aceptando con este acto simbólico la derrota definitiva y mi rendición. Tras un año de guerra, todo volvía a su curso natural.

Hace un par de días llegó una nueva carta del council tax. En ella el ayuntamiento expresaba su gratitud por el pago, informandome un poco de las nuevas iniciativas que había y me comunicaban con gran júbilo que a partir de ahora podría pagar más facilmente gracias a la nueva tarjeta monedero del council. Adjunta venía una tarjeta amarilla con mi nombre impreso justo debajo de unas letras grandes que ponían COUNCIL TAX. Creo que nadie más aparte de ellos y yo ve la tremenda, terrible ironía de esa tarjeta. Ellos habían ganado y aun encima se permitían cachondearse en mi propia cara con ese insulto de plástico. He de reconocer que me dolió pero ya se sabe, en todas las guerras el ganador tiene ciertas ventajas y los derrotados tenemos que aceptar sus reglas.