La semana pasada compré dos billetes de avión en easyJet.com para Edimburgo. Una ciudad preciosa, decía todo el mundo. Yo les dije que no me lo creía pero que quería comprobarlo por mi mismo, no vaya a ser que me esté perdiendo algo.
Londres es maravilloso. Hay 4 aeropuertos (los entendidos dicen que hay un quinto pero no sale en easyJet ni en ba así que no existe), con lo que hay vuelos baratos y a todas horas a casi cualquier parte. Además todos los aeropuertos están perfectamente comunicados con la ciudad mediante una eficiente red de metro, ferrocarriles, trenes expresos y buses. Infunde confianza, por eso salí de casa la mañana del vuelo con “sólo” con 2 horas de antelación a lo que debería. Mi plan era coger el metro hasta Mile End (6 paradas), cambiar a otra línea, hacer 11 paradas hasta Victoria Station y allí coger un tren expreso que me llevaría hasta el aeropuerto. Por supuesto cuando iba cual dominguero feliz (era sábado en realidad) a coger el metro resulta que la línea estaba fuera de servicio, aunque había buses de sustitución que hacían el mismo recorrido. Esto es bastante frecuente en Londres (lo de que pongan buses de sustición no tanto). Cogí el primer bus que apareció. Después fue todo un cúmulo de despropósitos. Para empezar el busero debía ser nuevo, o disléxico, o un consultor subcontratado, porque a la primera calle larga que llegó, que se bifurcaba al final a la derecha soltó algo así como “mierda, por aquí no es”. La verdad es que ahora que lo escribo tiene gracia, de hecho cuando lo dijo alguno se rió, pero en el momento a mi no me la hacía y ya me estaba acordando de toda su familia cuando un oportuno pasajero le dijo por donde tenía que ir, y a partir de ahí le guió casi todo el camino a pesar de que todo estaba lleno de carteles exclusivos para los buses de sustitución. Menudo inútil, a ver si lo despiden o si lo ascienden a jefe ya y lo quitan de enmedio. Bueno, como he dicho antes el bus seguía la misma ruta que el metro, parando en las paradas de este (fuera de la estación claro está, aunque estoy seguro que por la cabeza del busero pasó meter el bus en las vías). El metro tarda aproximadamente 3 minutos entre parada y parada. Entre la primera parada y la segunda el bus tardó 15. Hice la cuenta apropiada y me di cuenta de que iba un poco justillo de tiempo, pero debería llegar, así que permanecí estoico en mi sitio. Entre la segunda y la tercera parada parece que había un incendio o algo así, y nos tuvimos que quedar apartados de la calle mientras pasaban coches de bomberos. Yo no me lo podía acabar de creer, pero entre esto y los atascos provocados por la ausencia de metro estábamos tardando como 20-25 minutos por parada. Tampoco ayudaba que el busero además de subnormal resulta que era un gracioso y en cada parada se tiraba un rato hablando con los otros empleados bromeando acerca de lo poco que conocía la ruta y de las veces que estuvo a punto de perderse. Intenté pasar mi crisis nerviosa ojeando lo que leía la de al lado: era una especie de texto sobre técnicas para actores, hablaba en un tono muy serio sobre como arquea las cejas Robert de Niro o la sonrisa ambigua de Jane Fonda. No conseguí concentrarme (además ella leía más rápido y me pasaba de página), y llegué a la conclusión de que si me quedaba en ese bus además de perder el avión iba a perder los nervios, así que en la siguiente parada me apeé y fui en busca de un taxi. Estaba muy lejos de Victoria, así que lo más rápido que podía hacer era coger un taxi al aeropuerto. Me dirigí a un Black Cab (el típico taxi negro), que es lo primero en la lista de cosas que no se deben hacer en Londres si quieres que tu dinero dure más de cinco minutos, pero no tenía tiempo. Le pregunté cuanto tardaría a Gatwick, me dijo que una hora, entraba dentro de mi margen, ok. Después, no sin miedo, le pregunté el precio. Me dijo una cantidad que me provocó una náusea instantánea. Cuando vió mi cara de puro espanto me rebajó 20 libras, pero aún así era algo desorbitado. Con una sensación indescriptible de dolor me subí al taxi. Por supuesto en 10 minutos estábamos en un atasco interminable, y cuando salimos vi un aterrador cartel que decía que Gatwick estaba aún a 35 millas.
Llegué al aeropuerto 20 minutos antes de que saliera el avión, corrí como un idiota por toda la terminal y llegué a las oficinas de embarque. Resulta que mi acompañante, que también tuvo su aventura particular, llegó al mismo tiempo. Le dijimos a la amable señorita que llegábamos tarde y si podíamos embarcar. Marcó un número de teléfono pero no le contestaron, con lo que nos dijo que ese vuelo estaba ya cerrado y era imposible. En ese momento me sentí todos los adjetivos negativos del diccionario empezando por estúpido y tuve la clara impresión de que Dios existía y además era un cabrón. Sin embargo, la chica nos dijo que nos podía colocar en otro vuelo, 4 horas más tarde. Respiros de alivio (relativo, porque lo que pagué de taxi no cicatrizará nunca), abrazos, saltos de alegría. Que Dios (o quien sea) bendiga a easyJet.
Espero que esto que me ha pasado y el relato correspondiente, además de hacer que os riaís de mi y paseis un buen rato, sirva como reflexión sobre el transporte público en Londres y que todo el que vaya a hacer algo parecido lo tenga muy en cuenta.
¿Que cómo está Edimburgo? Pues es una ciudad para ver, cuando nos bajamos del bus que nos llevó del aeropuerto al centro, miráramos donde miráramos estaba lleno de castillos, monumentos y edificios impresionantes. Además era de noche y todo estaba maravillosamente iluminado. Casi toda la ciudad es bonita, y la gente es amable y no muy numerosa (se nota la diferencia cuando vienes de Londres). Una ciudad que vale la pena... y os lo digo yo, que mi “pena” es, ejem, considerable.
martes, noviembre 09, 2004
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